Nada mal para estar en el desierto...

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Una de las tantas ocupaciones que últimamente he tenido, es uno de mis hobbies. Me gusta colaborar con la creación e intentar ayudar a crear vida, esto lo hago a partir de semillas, tan pequeñas, secas y aparentemente sin vida y me sorprende como pueden convertirse en cosas bellas.

Hace dos años planté unas pequeñas lilas que ahorita ya me sirven de sombra cuando el sol es muy fuerte y yo ando en el patio. Cambie de lugar una madreselva y parece que le gustó su nueva ubicación porque está echando mas follaje, la hierbabuena que se ha diseminado por todo el patio le da vida y las plantitas de la flor de cempasúchil he tenido que distribuirlas y algunas de plano quitarlas porque nacen sin control y en grandes cantidades, de estas hace dos años tuve tres plantitas, pero tiraron tanta semilla que los años siguientes esa flor ha aparecido casi como una plaga, menos mal que la flor es bonita y que aparece cuando todas las demás flores se hubieron ido y así le queda color al patio en otoño.

Con esto he aprendido algunas cosas por experiencia propia, por ejemplo, he conocido la belleza de la flor de cebolla. Estas dos eran unas cebollas de rabo que tenía en el refrigerador, las dejé en agua y empezaron a echar raíces así que me pareció que no querían convertirse en alimento todavía y por eso las planté, crecieron y crecieron y cuando yo ya estaba pensando en que acompañaran a unas chuletas, echaron unos capullos muy bonitos así que las perdoné, esos capullos se abrieron y ahora tengo unas preciosas flores en casa, ahora estoy pensando en sembrar cebollas como plantas de ornato.

Estos días he estado transplantando calabazas y girasoles.

Las calabazas son de unas semillas que me regaló mi padre en la foto de la derecha se puede ver ya una de esas plantitas.

Los girasoles tienen una bonita historia.

Cuando llegamos a esta humilde casita, Dama me decía que le encantaría tener todo el perímetro de la barda cubierto con girasoles, le gustan mucho esas flores y tanto las deseó que de pronto y por casualidad nació una plantita la primer primavera. Esa planta luego mostró unos girasoles del tamaño de un plato y desde entonces hemos tenido girasoles, claro que para eso me he encargado de recolectar las semillas y plantarlas cada primavera.

Como la tierra de este lugar es pésima, desde que llegué a esta casa me he encargado de crear mi propia tierra. Con plantas y hojas secas, los sobrantes de las frutas y verduras (nada de carne ni comidas preparadas), cáscaras de huevo y algunos otros materiales orgánicos que he ido enterrando se ha ido creando buena tierra negra desde hace ya algunos años. Aunque este año, aprovechando mi “ociosidad” decidí que era momento de tener tierra buena sin tener que esperar tanto tiempo y es por eso que invité a Diesel y nos fuimos al valle de Juárez, en la caja de la troquita echamos bastante tierra (medio arenosa) que encontramos cerca de campos agrícolas y también unos costales de estiércol que pedimos en un establo en desuso.

Ahora si he cubierto todo el perímetro de la barda con tierra buena y planté bastantes girasoles en una parte pequeña, debí hacer eso antes para ahorita ya tener algunos girasoles florecidos en lugar de apenas acabar de transplantarlos para distribuirlos bonito como quería Dama, pero no importa, seguro que para el verano Dama ya tendrá bastantes flores para que cuando salga al patio se le alegre el alma.

Tengo unas dormilonas, alfombrilla, “enanos”, rábanos, geranios, sandía, margaritas, los pimientos comenzaron a germinar pero no he visto el mismo resultado con el melón, estoy esperando la semilla de la flor de cebolla para plantar más, solo hay que esperar que las abejas hagan su labor de fertilización de las flores y seguro en unas semanas tengo esas semillitas… según creo con esas dos flores tendré mas de 200 semillas útiles, me falta aprender un muchito más, pero creo que he tenido buenos resultados tomando en cuenta nuestro clima y mi inexperiencia.

Creo que el próximo año comenzaré con una técnica diferente: La hidroponia.

Sobre la discada:

Los arados y las rastras que se usan en la agricultura, esos que se colocan detrás de un tractor que los va jalando, tienen unos discos metálicos
cóncavos, son esos discos los que hacen contacto con la tierra y la remueven. El caso es que esos discos con el uso, como es de esperarse, van sufriendo desgaste y hay que cambiarlos. Alguna vez a alguien se le ocurrió hacer una fogata, poner tres piedras a los lados y encima uno de esos discos de deshecho, el resultado: un buen comal.

Pero alguien fue mas allá y tapó los orificios que estos discos tienen, les puso patas de varilla y con eso se creó el tradicional “disco” para discadas. Por el grosor del metal y la forma del disco, este resulta perfecto para realizar un montón de guisos y el tamaño que tiene, permite que la cantidad de comida allí cocinada sea suficiente para un montón de hambrientos parranderos chihuahuenses, porque déjenme les cuento que tanto el instrumento llamado disco como el platillo llamado discada son originarios del estado grande y árido pero hermoso donde vivo.

Ahora, no hay una receta oficial para la tradicional discada, pero hay una serie de ingredientes que son los más comúnmente usados: carne (picada o molida), chorizo, tocino, salchicha, papas, chile, tomate y cebolla, sal y condimentos al gusto.

No creo necesario dar las instrucciones para cocinar todo esto y tampoco aclarar que sobre el disco se puede guisar lo que al hambriento cocinero se le ocurra: Pescado, huevos revueltos, chiles rellenos, buñuelos, frijoles refritos, papas a la mexicana y un sin fin de etcéteras.

Una vez resuelta la duda a Yanett y continúo con el relato de mi ultima ida a la sierra.

Las primeras horas y la primera noche en la sierra.

Disfrutamos una sabrosa discada con bastantes papas, en una fogata alguien preparó sopa, tambien asaron chiles con los que se prepararon burritos de chile con queso. Con el hambre que yo traía todo me supo glorioso, pero creo que si estaba muy rico, además acompañamos todo eso con unas refrescantes coronitas.

Después de comer terminamos de instalarnos en las tres cabañitas que rentamos para esa noche, las mujeres y las niñas dormirían en las cabañas y los hombres nos repartiríamos entre unas tiendas de campaña y los vehículos que llevábamos. Había otra cabaña grandota donde cabíamos todos, pero ya estaba rentada y tuvimos que conformarnos con rentar tres pequeñas, no importa eso, ya estábamos donde queríamos, yo ya había comido y como había que bajar un poco la panza, invité a Dama y a Vany (una de sus primas) caminar por los alrededores. Subimos el cerro que estaba a espaldas de las cabañas. Ya cuando estábamos por llegar a la cima, vimos que los demás habían decidido seguirnos: El profe, su esposa, su sobrina y su perro, mi cuñadita y su novio, una tía y otros dos primos de Dama, en total éramos once caminando entre vereditas sin conocer pero con una idea de cómo se le hacía para llegar al lago, mi suegro, mi suegra, una de mis comadres (que no es la bombón) y tres niños se habían quedado en las cabañas.

Uno de mis zapatos traía la cinta desabrochada, así que me detuve un ratito, Dama aprovechó para sentarse a descansar y en un momento ya se nos habían perdido los demás. Solo estuvimos allí poquito y luego seguimos caminando por la veredita, caminamos y caminamos y no había rastros de los demás, les gritábamos pero el viento era fuerte y el murmullo de miles de pinos apagaba nuestros gritos, el caso es que llegamos a un lugar donde el camino se dividía en tres y ya no supimos para donde seguir. En aproximadamente una hora empezaría a oscurecer y decidimos ya no arriesgarnos a perdernos entre el bosque, así que solitos empezamos el camino de regreso el cual yo tenía bien ubicado.

Caminamos de la mano y despacito, hablábamos poco y el alma se alimentaba del silencio, del ambiente, del paisaje, del silencio y de los susurros de los pinos. Nos sentamos un rato a admirar el ecosistema que nos rodeaba, tanta naturaleza, tanta vida, tan hermoso lugar y tan poco tocado por la mano del hombre. Se respiraba mucha tranquilidad y soledad y de pronto caímos a la cuenta… “soledad”, nadie por aquí, nadie caminando cerca, nadie alrededor, solos en el paraíso, recordando aquel viaje que hizo que nuestras vidas se unieran para siempre y el resto fue inevitable. Nos escondimos un poquito, aflojamos un poco nuestras ropas y sin desnudarnos por completo, las caricias, besos y las emociones se alocaron y nos alocaron y los instintos acompañados del amor hicieron el resto. Fue algo rapidito pero emocionante, intenso y hermoso.

Después continuamos con el camino de regreso. Llegamos a las cabañas y les dijimos a los que allí estaban que los demás habían seguido buscado el lago. Un rato antes de que empezara a oscurecer llegaron todos los demás muy contentos y emocionados, habían caminado bastante pero llegaron al lago, se divirtieron y se tomaron fotos, intentaban hacernos sentir que ellos habían sido mas afortunados por llegar al destino deseado, pero nosotros habíamos tenido un recorrido mucho mejor, cosa que preferimos no aclararles.

Jugamos fut con un balón viejito que llevamos, yo me caí intentando agarrar el balón en el aire y darle tal patada que si estuviera en los “súper campeones” hubiera llegado el balón hasta Creel, pero un banco de grava me hizo derrapar y caí ante la mirada de todos que estallaron a carcajadas al grado de detener el partido porque hasta les dolía la panza de tanto reír, yo me hubiera reído con ellos, pero estaba sofocado y no podía agarrar aire pero estaba muy divertido y contento aunque estuviera en el suelo y no pudiera levantarme.

En la noche hicimos una fogata, pusimos música y como si estuviéramos en un rito tribal bailamos alrededor del fuego. Nos divertimos con cosas muy simples, cenamos lonches de jamón y seguimos con los rituales junto al fuego al ritmo de cumbias y música moderna. Tuvimos luz eléctrica en las cabañas de ocho a onche de la noche y nos iluminamos mas tarde con linternas.

Mas tarde nos distribuimos para dormir, Dama y yo nos instalamos en la Windstar a la cual se le quitaron los asientos traseros para que fuera mas cómoda y nos abrigamos con varias cobijas. Pero la noche estuvo muy fría, las cobijas fueron insuficientes y no nos atrevimos a seguir con lo que había ocurrido en el bosque unas horas antes, resultaba difícil pensar en quitarse un poco de ropa o desabrigarse, en toda la noche no pudimos calentarnos los pies y deseábamos que pronto amaneciera para tomar sol un rato.

El segundo día:

Por fin amaneció, encendimos lumbre, pusimos agua para el café y mientras algunos seguían dormidos, otros estaban como pollos entumidos tomando sol y los mas activos preparaban lo del desayuno, yo me metí a una de las cabañas y me bañe con agua calientita. Después de almorzar nos trepamos varios en la lobo y nos fuimos por un camino relativamente parejito rumbo al lago. Caminamos y disfrutamos del lugar, subimos cerros y exploramos los alrededores.

Luego regresamos a las cabañas donde el resto nos esperaba para irnos a la cascada de Cusarare, pensábamos irnos todos en la lobo pero decidirnos mejor irnos tambien algunos en la Windstar y dejar el toyotita descansando. Un poco antes de irnos nos dijeron que la cabaña grande ya estaba desocupada aprovechamos y nos cambiamos todos para allá.

Esa otra cabaña tenía muchas literas en una habitación y tres camas en otra, un baño y una cocina semiequipada, allí cupimos todos y una vez que elegimos cama e instalamos nuestras cosas, nos fuimos de paseo a Cusarare. En una parte del camino nos dividimos, en la lobo llevarían a algunos por un lado para caminar y el resto nos iríamos por otro camino cómodamente en la Windstar, quedamos de vernos en ese lugar en lo que regresábamos a las cabañas porque olvidamos la cámara de video y cuando regresamos nos encontramos allí al “profe”…

-Oigan… nos ponchamos y no traemos gato, yo los llevo al lugar donde nos quedamos.

Hay vamos a donde estaba la “lobo”, una llanta totalmente reventada y otra muy baja, entre todos la cambiamos y como el viento se puso muy feo y la otra llanta no era muy confiable, mejor nos regresamos a Creel a una desponchadora. Compramos algunas cosas para la comida y nos regresamos a las cabañas todos para preparar una discada con tierrita (patrocinada por el aironazo que se soltó).

Después de la comida volvimos a Creel pues el toyotita tambien traía una llanta baja y mientras un grupo se fue a pasear por el valle de los hongos y por valle de los monjes, nosotros fuimos a la desponchadora, a dar una vuelta por el pueblo y compramos pan para la cena.

Cuando regresaron los que andaban conociendo los “valles” ya teníamos una fogata y agua caliente para el café, estaba anocheciendo y el ambiente se ponía frío. Con un radio de largo alcance buscamos alguna estación de radio o “el canal de las estrellas” para aunque sea escuchar la novela de “la gaviota” pero solo pudimos sintonizar el programa de “la mano peluda” o alguno similar pero como se escuchaba medio mal nos pusimos a contar nuestras propias experiencias con lo sobrenatural, apagaron las luces a las once y nosotros seguimos con nuestros relatos hasta que el sueño nos venció y a pesar de haber sentido miedito con las historias en aquel lejano lugar apartado de la ciudad, no tardamos en dormirnos… estábamos muy cansados.

El tercer día nos bañamos en una cabaña grandota donde había muchas regaderas pero con agua calientita, cosa que era de agradecerse pues esa noche “heló”, amaneció el césped, algunas piedras y los techos de los vehículos cubiertos de hielo, desayunamos huevos revueltos y pan dulce, nos divertimos un rato y empacamos las cosas volver hacia Delicias.

Del regreso no tengo mucho que contar, fue tan largo y tedioso como la ida, nos detuvimos varias veces pero ya no me desesperé. Iba muy satisfecho por la estancia en la sierra aunque el viento y las llantas no nos permitieron disfrutar todo lo que hubiéramos deseado… pero ya estamos pensando regresar en Julio.

Desde el pasado miércoles hasta apenas hace un rato tuve visitas en casa y de nuevo me ocupé bastante. Entre ser buen anfitrión, andar de paseos, el diplomado que estudio, visitas a proveedores y futuros clientes para mi negocio, arreglos a la casa, una improvisada reunión en casa con carne asada y cervezas y andar pendiente de los sobrinos jugando en el patio no me quedó tiempo de escribir la continuación del recorrido que hicimos por la sierra las pasadas vacaciones; y esto sin mencionar que uno de esos días si me senté frente al teclado, escribí mi relato, busqué imágenes de google earth y fotos que tomamos para mostrarles un poquito aquellos rumbos a los que no conocen por allá, pero los cuatro minutos que me levanté para ir a comprar las tortillas fueron utilizados por mi esposa quien para venir a checar el horóscopo de su hermana y su primo, cerró todas las aplicaciones sin guardar nada y adiós historia.

Continuamos:

Me quedé en que no los que nos regresamos a esperar a los que caminaban entre los cerros, ya empezabamos a preocuparnos por ellos, se supone que iban allí nomás “tras lomita” y nomás no llegaban de regreso, y eso que el regreso lo harían todos trepados en la troca.

Mientras miraba hacia donde la carretera en dirección a donde debería aparecer la “lobo”, me acordé de otro lobo… o mas bien de un “lobito”.

Resulta que hace muchos años, creo que como en 1986 ocurrió una pesadilla en el lago Arareco. Un psicópata agarró dormidos a varios campistas que habían puesto su campamento a orillas del lago y convirtió ese bello paisaje en una carnicería, mató a siete personas a hachazos (¿o machetazos?). No me pregunten como le hizo, no me acuerdo de los detalles y yo estaba chavito y en ese entonces no le ponía mucha atención a las noticias. Tengo años buscando información en Internet sobre ese hecho pero no he encontrado nada, así que si alguno de ustedes tiene información más completa o alguna otra versión de los hechos, cuéntenla por favorcito.

Minutos después llegaron ellos. Compraron sesenta pesos de leña y les llenaron la caja de la camioneta, la suficiente para todas las fogatas que hicimos una vez que nos instalamos.

Continuamos con nuestro camino y pasamos por “San Juanito”, allí paramos en una gasolinera y todo mundo aprovechó para ir al baño y comprar chucherías en una tienda, allí es donde compré papitas y galletas y con eso aguanté un poco mejor el resto del camino.

Saliendo de allí el bosque ya era mucho mas bonito, el aire estaba fresco y ver ese paisaje hizo que el resto del camino a Creel fuera mas corto. Pasamos el pueblo sin detenernos y continuamos por la carretera hacia el lago, avanzamos por la carretera y nos regresamos dos veces, mi suegro y el profe con el que iba no encontraban el camino hacia las cabañas, tomamos una brecha y llegamos a otras cabañas que estaban todas ocupadas, tomamos otra brecha pero esa no llevaba hacia cabañas de renta, sino a casa de algunos tarahumaras, por último tomamos la brecha correcta y llegamos a las cabañas Batosarachi, las que andaban buscando.

Batosarachi es un ejido tarahumara, allí tienen unas cabañas que rentan a los turistas y que son administradas por el ejido. Caminando un poco entre el bosque y atravesando un cerro (bastante grandecito por cierto) por entre caminos para andar a pie y no en auto, se puede llegar al lago en media hora o menos, eso no lo sabíamos pero lo averiguamos por la tarde en el primer recorrido, del cual les contaré en el proximo relato.

Bajamos las cosas mas básicas para preparar la comida, las niñas se fueron a jugar allí cerquita y mientras unos bajaban su equipaje y se instalaban en las cabañas, otros nos encargamos de ayudar a preparar la comida. Sobre un asador que allí tenían, hicimos una fogata y allí pusimos el disco sobre el que preparamos la primer discada.
Por fin habíamos llegado y eso era suficiente para mí, el viento empezaba a ponerse más fuerte y levantaba polvo pero la discada continuó sin pensar en tierrita en la comida. El paisaje era bello, fresco, olía a pino y estábamos en un lugar precioso, cerros llenos de pinos hacia atrás de las cabañas, un pequeño llano hacia el frente y bosque alrededor. El viento y el polvo eran lo de menos, ya estábamos allí.

Mañana le sigo con mas fotos y una pequeña narración sobre lo que allá hicimos y que tal lo pasamos.