Desde el pasado miércoles hasta apenas hace un rato tuve visitas en casa y de nuevo me ocupé bastante. Entre ser buen anfitrión, andar de paseos, el diplomado que estudio, visitas a proveedores y futuros clientes para mi negocio, arreglos a la casa, una improvisada reunión en casa con carne asada y cervezas y andar pendiente de los sobrinos jugando en el patio no me quedó tiempo de escribir la continuación del recorrido que hicimos por la sierra las pasadas vacaciones; y esto sin mencionar que uno de esos días si me senté frente al teclado, escribí mi relato, busqué imágenes de google earth y fotos que tomamos para mostrarles un poquito aquellos rumbos a los que no conocen por allá, pero los cuatro minutos que me levanté para ir a comprar las tortillas fueron utilizados por mi esposa quien para venir a checar el horóscopo de su hermana y su primo, cerró todas las aplicaciones sin guardar nada y adiós historia.
Mientras miraba hacia donde la carretera en dirección a donde debería aparecer la “lobo”, me acordé de otro lobo… o mas bien de un “lobito”.
Resulta que hace muchos años, creo que como en 1986 ocurrió una pesadilla en el lago Arareco. Un psicópata agarró dormidos a varios campistas que habían puesto su campamento a orillas del lago y convirtió ese bello paisaje en una carnicería, mató a siete personas a hachazos (¿o machetazos?). No me pregunten como le hizo, no me acuerdo de los detalles y yo estaba chavito y en ese entonces no le ponía mucha atención a las noticias. Tengo años buscando información en Internet sobre ese hecho pero no he encontrado nada, así que si alguno de ustedes tiene información más completa o alguna otra versión de los hechos, cuéntenla por favorcito.
Minutos después llegaron ellos. Compraron sesenta pesos de leña y les llenaron la caja de la camioneta, la suficiente para todas las fogatas que hicimos una vez que nos instalamos.
Continuamos con nuestro camino y pasamos por “San Juanito”, allí paramos en una gasolinera y todo mundo aprovechó para ir al baño y comprar chucherías en una tienda, allí es donde compré papitas y galletas y con eso aguanté un poco mejor el resto del camino.
Saliendo de allí el bosque ya era mucho mas bonito, el aire estaba fresco y ver ese paisaje hizo que el resto del camino a Creel fuera mas corto. Pasamos el pueblo sin detenernos y continuamos por la carretera hacia el lago, avanzamos por la carretera y nos regresamos dos veces, mi suegro y el profe con el que iba no encontraban el camino hacia las cabañas, tomamos una brecha y llegamos a otras cabañas que estaban todas ocupadas, tomamos otra brecha pero esa no llevaba hacia cabañas de renta, sino a casa de algunos tarahumaras, por último tomamos la brecha correcta y llegamos a las cabañas Batosarachi, las que andaban buscando.
Batosarachi es un ejido tarahumara, allí tienen unas cabañas que rentan a los turistas y que son administradas por el ejido. Caminando un poco entre el bosque y atravesando un cerro (bastante grandecito por cierto) por entre caminos para andar a pie y no en auto, se puede llegar al lago en media hora o menos, eso no lo sabíamos pero lo averiguamos por la tarde en el primer recorrido, del cual les contaré en el proximo relato.
Bajamos las cosas mas básicas para preparar la comida, las niñas se fueron a jugar allí cerquita y mientras unos bajaban su equipaje y se instalaban en las cabañas, otros nos encargamos de ayudar a preparar la comida. Sobre un asador que allí tenían, hicimos una fogata y allí pusimos el disco sobre el que preparamos la primer discada.Por fin habíamos llegado y eso era suficiente para mí, el viento empezaba a ponerse más fuerte y levantaba polvo pero la discada continuó sin pensar en tierrita en la comida. El paisaje era bello, fresco, olía a pino y estábamos en un lugar precioso, cerros llenos de pinos hacia atrás de las cabañas, un pequeño llano hacia el frente y bosque alrededor. El viento y el polvo eran lo de menos, ya estábamos allí.
Mañana le sigo con mas fotos y una pequeña narración sobre lo que allá hicimos y que tal lo pasamos.