En “San Buena” (San Buenaventura, Coahuila) había feria y al día siguiente pasaría una cabalgata en honor de los festejos del pueblo. “Vale” y Lalo, primos de Dama, ya tenían sus caballos listos y bien al tiro para alcanzar la cabalgata tempranito a la entrada del pueblo.
Un día después de nuestra llegada, después del almuerzo (huevito en salsa verde, frijoles y tortillas de harina recién hechas) platicaba yo con el tío “Chacho” junto a los corrales (nuestro anfitrión en San Buena) y de pronto, al querer caminar unos cuantos pasos rumbo a la casa, sentí un dolor muy extraño en la pierna derecha. Una mezcla de dolor entre un calambre y un desgarre desde el chamorro hasta el muslo. Todavía no me reponía del dolor cuando Dama me avisó que ya venía entrando la cabalgata y que pasaría a media cuadra de la casa, así que cojeando salí con ella a ver el desfile de caballos, al terminar el desfile nos fuimos rumbo la plaza del pueblo a caminar para ver si se me pasaba el dolor pero al contrario, mi condición empeoró pues empezó a dolerme la cabeza y me sentía mas mareado que el día anterior.
Regresamos a la casa y me dormí, me levanté igual de adolorido y después de la comida aumentaron mis males: Ahora también sentía gastritis.
De plano que anduve fregado, me sentía como viejito achacoso. Reduje la ingesta de tortillas de harina y me mantuve a flote a base de paracetamol y ranitidinas pero eso solo sirvió para andar más o menos bien.
En la noche nos fuimos a la feria. Yo así como me sentía no quise subirme a ningún juego y Dama se solidarizó conmigo, tampoco quise comer nada allí pues, simplemente con pasar junto a los puestos de comida hasta nauseas me daba el olor del aceite y los deliciosos antojitos mantecosos.
El día siguiente el tío Chacho llevó tempranito un cabrito de los que el cría, ya lo llevaba en canal y fuimos a una carnicería a que lo hicieran trozos. De los hombres, solo yo me quedé en la casa porque los demás se fueron al rancho a ver como estaban las vacas de pastoreo, pero como yo todavía no me sentía bien del dolor de cabeza, decidí quedarme y cociné el cabrito, claro, siguiendo las indicaciones de la tía norma (la esposa del tío Chacho).
Sobre un disco bien limpio y caliente puse un poco de aceite, lo unté bien en el metal y así nomás eche todos los trozos del cabrito. Le agregamos laurel, orégano y sal y me quedé moviéndole un buen rato para que no se pegara la carne, mas tarde le echamos agua hasta que quedo cubierta toda la carne y dejamos que se cociera a fuego lento durante horas. La carne duró mucho en el fuego para que se ablandara y mas tarde le echamos una salsa con tomate, chile de árbol, ajo y no me acuerdo que otra cosa, el caso es que para cuando llegaron los que andaban en el rancho apenas estaba listo el cabrito. Comimos hasta hartarnos, pero… mis males me recordaron que yo no estaba bien todavía. La gastritis que apenas disminuía hizo estragos en mí.
Un día antes de irnos fuimos a un ejido donde el tío Chacho tiene un poco de tierras, llegamos a un lugar por donde corre una pequeña acequia con agua muy clara y llena de árboles a la orilla. Allí hicimos día de campo, comimos discada (yo nomas poquita) y evité la cerveza, chapoteamos en el agua, juntamos caracoles y jugamos en las aguas un poco mas profundas que apenas llegaba arriba de las rodillas. Regresamos a casa junto con la puesta del sol y descansamos… al día siguiente saldríamos de nuevo pero no de regreso a Delicias… no, todavía nos faltaba un destino por visitar. La mejor parte de nuestras vacaciones estaba por comenzar.