Ya cuando salíamos del Valle de Zaragoza teníamos hambre, pero preferimos esperarnos hasta llegar a Parral para comer en forma, además pensábamos que el trayecto sería tranquilo y relajado… tranquilo si fue, pero mucho mas de lo que esperábamos, a los quince o veinte minutos de haber salido el tráfico comenzó a ponerse muy lento, había filas interminables de vehículos que avanzaban muy pero muy lento y en momentos todo mundo se quedaba detenido, luego comenzábamos de nuevo la marcha pero a 20 o máximo 40 kph.
Desesperados y con hambre esperábamos pronto recorrer ese tramo y averiguar el porque de la lentitud y varios minutos supimos el porque: La cabalgata villista.
La cabalgata villista se ha convertido en una tradición chihuahuense y conmemora el aniversario luctuoso del Gral. Pancho Villa. (Creo que siempre) parte de cd. Chihuahua y durante una semana va recorriendo pueblos, rancherías y ranchos donde poco a poco se les van uniendo mas jinetes que tienen como objetivo “tomar” la ciudad de Parral y unirse a las jornadas villistas que son un festival popular cultural que festeja el orgullo de ser Chihuahuense y sobre todo parralense, se celebra que Pancho Villa fue un Parralense adoptado que hizo historia en esa tierra.
Según tengo entendido este año de Chihuahua salieron cerca de 500 jinetes y a la entrada de Parral eran mas de 3000. Esta cabalgata se ha convertido en un evento familiar y turístico, siendo muchas las familias que salen a formar parte de este singular evento. Mis tíos Pancho y Chacho Coronado son de esos jinetes que no se pierden este tipo de eventos y siempre tienen sus caballos y el equipo necesario para aventarse a estas aventuras y obvio no podían faltar a esta cabalgata acompañados de parte de su familia.
Después de desatorarnos del caos ocasionado en la carretera por la cabalgata, un rato después llegamos a Parral. Nos fuimos directo al centro y nos registramos en el Hotel Moreira, el cual tenía solo dos habitaciones libres, justo las que necesitábamos e inmediatamente después nos fuimos a comer.
Cerquita del templo de San José nos encontramos el restaurante Morelos, allí elegimos el buffet algo carito y no muy bien surtido pero sabroso y después de haber “cargado energías” empezamos el recorrido.
Dimos una vuelta por la Maclovio Herrera, luego a la catedral, visitamos el Palacio de Alvarado y mientras yo me llenaba de recuerdos al caminar de nuevo por esas calles, mis acompañantes iban conociendo y disfrutando el paseo. Ya algo cansados llegamos al Museo de Pancho Villa donde estaban instalando gradería y haciendo los preparativos porque al día siguiente se efectuaría la primera representación del asesinato de Pancho Villa en el escenario real donde ocurrieron los hechos.
En el museo, nos dieron una breve reseña de la época revolucionaria y ahondaron mas en la vida de “Doroteo Arango” y los motivos que lo llevaron a llamarse y hacerse conocer como Pancho Villa, nos mostraron artefactos y artículos utilizados en la revolución y nos explicaron sobre la muerte del Gral.
Los restos (excepto su cabeza) de este ilustre revolucionario aún descansan en Parral y no en el monumento a la revolución en chilangolandia a donde se llevaron el cuerpo de quien sabe que persona y de la que lo único que se sabe es que en vida era mujer.
Saliendo del museo fuimos a visitar a una amiga de mi suegra en la calle Rep. De Cuba y allí platicando se nos hizo de noche. Dama y yo queríamos ir a la callejoneada en el barrio del topochico pero llegamos tarde y con hambre al hotel. En cuando se terminó “la gaviota” (destilando amor) nos fuimos a buscar un lugar donde cenar que no fuera el restaurante del hotel.
Amo Parral, en serio, pero que triste desilusión me llevé al ver que a las 9:30 de la noche no hay en el centro ningún lugar abierto para cenar. De día vimos algunas fonditas y restaurantitos pequeños que a esa hora ya estaban cerrados. Caminamos y caminamos y solo encontramos puestos de tortas y tacos, pero queríamos una cena en forma después de lo cansado del día. Por fin nuestros pasos nos llevaron de regreso al restaurante Morelos donde nos llevamos una gran sorpresa: La cena es horrenda.
Nos llevaron enchiladas medio frías, yogurt con fruta (donde el yogurt era muy poco y la fruta estaba picada desde en la mañana), un pozole espantoso y desabrido y unos tacos que nunca llegaron pues se les había terminado el bistec y no se les ocurrió ir a informarnos. Pero eso si, todo a muy buen precio (para los dueños, no para nosotros). Cuando vayan a Parral les recomiendo que no se les ocurra cruzar la puerta de ese restaurante.
Bueno, al día siguiente salimos a recorrer nuevamente callesitas del centro, pasamos por la casa donde yo vivía y frente a la catedral vimos la entrada de la cabalgata villista a Parral.
Fue impresionante ver tantos cabalgantes reunidos en una ciudad e imaginar la multitud de caballos y personas que entraban a las ciudades en tiempos revolucionarios. Nunca había visto la llegada de la cabalgata y vaya que me dejó con un sentimiento de orgullo en el pecho y con un gran gusto cuando vi entre los jinetes a mis tíos Pancho y Chacho y sus hijas a caballo “tomando” Parral.
Después de eso nos fuimos a Sta. Barbara y busqué a mi amigo de la adolescencia llamado Leonel pero no lo encontré, en la parroquia (donde el es sacerdote) me dijeron que tenía vacaciones, fuimos al Cristo Rey de ese pueblo minero donde hay un mirador y emprendimos nuestro viaje de regreso a Delicias. Regresamos cansados pero satisfechos sin imaginar que aún nos quedaba mucho que recorrer, conocer y disfrutar.