Tendría yo unos diez años y era el mayor de los niños que esa noche nos encontrábamos jugando en el patio de la casa de mi abuelo materno. Éramos mis hermanos y creo que dos de nuestros primos.
La casa de mi abuelo es de esas casas viejas de adobe con techos altos y puertas de madera, esa noche los adultos habían salido a una reunión, de compras o no recuerdo a donde y nosotros quisimos quedarnos para seguir jugando los típicos juegos al aire libre.
Creo que no es necesario aclarar que ni de chiste se nos ocurría entrar al granero, al palomar o a la galera, los lugares más oscuros, tétricos y llenos de bichos. No, de noche jugábamos solamente en el patio, donde había luz, una al centro del patio, otra frente a la cocina y la otra frente al “ultimo cuarto”.
De pronto mi hermano vio algo medio extraño, sobre la barda había algo, algo que parecía una cabeza humana pero de espaldas, ósea, no se le miraba el rostro. Al otro lado de la barda era un corral donde mi abuelo a veces tenía vacas, chivos o caballos, pero en esa ocasión no había animales en el corral.
Dejamos de jugar y nos quedamos todos juntos de pie tratando de encontrar que cosa pudiera ser eso, estábamos asustados y no puedo describir la sensación de pesadez en las extremidades y la agitación en el pecho por lo que vimos, que nos hizo abrir redondos los ojos y permanecer en silencio sin hallar que hacer: Esa cosa se movió!
-Es una cabeza!
-Es una cabeza sola sobre la barda! Dijo alguno de nosotros, no importa quien, de todos modos todos pensamos lo mismo. Yo que siempre he tratado de averiguar cuando veo cosas extrañas y prefiero encontrarle una explicación lógica a hechos ilógicos con tal de no quedarme con la duda y con una historia de horror en la cabeza, yo que procuro vencer el temor, me acerqué a esa cosa hasta quedar a unos seis metros, solo unos cuatro o cinco pasos delante de mis hermanos, esa cosa se movió de nuevo, parecía que estaba girando hacia donde yo estaba y entonces todos nos olvidamos de seguir jugando y corrimos! Corrimos hacia la calle cerrando las puertas de la casa, nos quedamos todos afuera sin llaves, nos sentamos en la banqueta y afortunadamente la calle era concurrida y pasaban algunas personas y vehículos ocasionalmente lo que nos hizo sentirnos un poco más seguros en la calle que en el patio.
Poco mas tarde llegaron mi abuelo, mi tía y mis padres. Nos regañaron por estar en la calle pero nosotros les contamos sobre nuestro motivo, estábamos muy asustados y no sabíamos que hacer y además queríamos impedir a toda costa que mi padre saliera al patio porque “esa cosa” podría ser mala, muy mala.
Salimos todos detrás de el, nosotros nos quedamos cerca de la puerta y el se detuvo a medio patio, luego siguió caminando hasta la barda y lo siguiente nos heló la sangre: mi padre tomó “esa cosa” entre sus manos y “esa cosa” emitió un horroroso sonido que nos hizo gritar a todos, mi padre también gritó...
Pero mi padre solo gritó para darle más drama al asunto y luego se rió a carcajadas burlándose de nosotros. “Esa cosa” era un gallo, un gallo negro dormido sobre la barda que por la posición en la que se encontraba y por no habernos acercado mas no pudimos ver bien. Un buen ejemplar macho con plumas negras brillantes que la escasa luz de luna hacían lucir de lejos como si fuera cabello humano limpio y peinado.
Pasado el susto y ahora todos contentos por no haber presenciado una historia de terror, mi padre y mi madre nos aconsejaron que cuando viéramos algo extraño, algo que parezca sobrenatural, fantasmas, demonios, apariciones y cosas por el estilo, en lugar de huir despavoridos debemos poner mucha atención y tratar de pensar y tal vez tranquilizándonos podamos encontrarle explicación a la mayoría de las cosas. Hasta la fecha he podido ver que muchas experiencias “inexplicables” que me han ocurrido si tienen una sencilla explicación… Mañana les cuento otra.